Los tres pasos para la corrección fraterna
September 06, 2020
Ser Iglesia y ser comunidad quiere decir que somos corresponsables de la salvación los demás. Pero más allá de ser una obligación, si amamos tanto a nuestros hermanos, ¿dejaríamos que camine hacia el precipicio?
Imagen por Alexis Joseph en Cathopic
¿Por qué corregir a nuestros hermanos?
En un un grupo parroquial compartimos muchas cosas con nuestros hermanos de comunidad: éxitos, fracasos, momentos divertidos, difíciles y más. Pero cuando se trata del pecado, cada quién lo suyo, ¿verdad? - Encontraremos que Dios nos dice algo diferente: tenemos la obligación de al menos intentar salvar a nuestros hermanos.
Ser Iglesia y ser comunidad quiere decir que somos corresponsables de la salvación los demás. En Ezequiel 33, 7-9, Dios nos dice que nos ha mandado a anunciar todo lo que Él dice. Si uno de nuestros hermanos se pierde, a nosotros nos pedirá cuentas. Pero más allá de ser una obligación, si amamos tanto a nuestros hermanos, ¿dejaríamos que camine hacia el precipicio?
Lo entiendo, por más que amemos a nuestro hermano para salvarlo y a Dios para obedecerlo, es difícil corregir a alguien. Pero no es imposible, y Jesús nos dejó tres sencillos pasos su Evangelio (Mt 18, 15-20) y vamos a ver cada uno a detalle.
Paso 1: Platica a solas con tu hermano
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Mt 18, 15
Lo primero que tienes que hacer, es hablar con tu hermano de comunidad. ¿Pensábamos que iba a ser más sencillo el primer paso, verdad? Puede sonar muy directo, pero también es la mejor opción. Hablarlo directamente con la persona que vamos a corregir nos asegura que el pecado queda entre las dos personas que están hablando. Es decir, no hay nadie más involucrado. Si tu hermano corrige su camino, la situación se termina y sólo ustedes dos saben de lo que sucedió. Es común que, cuando veamos a un hermano equivocarse, inmediatamente lo platicamos con algún amigo, familiar o alguien de confianza. Por más confianza que tengamos en esta tercera persona, nadie nos asegura que no va a repetir a los cuatro vientos lo que le hemos dicho en confidencialidad. Y el hermano a quien buscábamos corregir ahora quedará hundido en un mar de chisme o difamación. Por supuesto, queremos evitar eso último.
De acuerdo, hablaremos directamente con nuestro hermano, pero ¿cuál es la mejor manera de decirle que se equivoca? La respuesta también la tiene Jesús y la comparte con nosotros: con humildad, sin atacar y reconociendo que nosotros somos igual o más pecadores que nuestro hermano (Mt 7, 1-5). Humildad, cariño, tacto. Hay muchas palabras que puedo usar para describirlo, pero una sola no es la correcta y todas juntas no bastan. Tu hermano es muy importante y merece que tomes tu tiempo preparando, en oración y palabras, lo que vas a decirle. Por supuesto, no tienes que enfrentar a tu hermano solo; puedes, y es recomendable, pedir ayuda al Espíritu Santo. Recordemos que nadie se convierte por nuestros esfuerzos, es el Espíritu Santo que mueve los corazones de los hombres. Pidámosle ser instrumentos para la conversión de nuestro hermano.
Paso 2: Pide ayuda a uno o dos hermanos
Lo bello del paso 2 es que, si funciona el paso 1, puedes olvidarte de esto y dirigirte al final. Pero, si tu hermano no cambió su conducta, vamos a ver qué nos dice Jesús en su Evangelio que debemos hacer.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Mt 18, 16
El paso 2 es pedir ayuda. Pero igual que en el paso anterior, no queremos difamar a nuestro hermano que peca. Si vamos a pedir ayuda, tenemos que estar seguro que venga de alguien que quiera ver convertido y feliz a nuestro hermano, no simplemente alguien que “tiene más autoridad” para reprenderlo. Con el mismo tacto del paso 1, entre dos o tres personas, intentemos corregir a nuestro hermano. Si lo logramos convertir, la situación queda entre estas pocas personas y nadie más se entera.
Paso 3: Pide ayuda a tu comunidad
Y casi tan bello como el paso 2, el paso 3 lo podemos evitar si nuestro hermano se convierte con la ayuda de dos o tres testigos. Pero si eso también falla, descuida, Jesús nos dice que hay un paso más por seguir.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad.
Mt 18, 17a
Es momento de pedir ayuda a la comunidad. En tu caso, este puede ser tu grupo parroquial o tu equipo de servicio. Si tu grupo cuenta con un coordinador general o mejor aun, el apoyo de un sacerdote, es buena idea comunicarles la situación. Cuando un miembro sufre, todos sufrimos con él (1 Cor 12, 26). La comunidad no puede decir que no necesita a uno de sus miembros y por lo tanto une fuerzas para intentar corregir al hermano perdido. Como en los pasos anteriores, la fraternidad, humildad y sobre todo amor por el hermano deben estar presentes en todo instante.
¿Y si todo falla?
Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano.
Mt 18, 17b
Cuando todos nuestros intentos fallan, no nos queda otra opción más que dejar a nuestro hermano en manos de Dios. Recordemos desde el inicio de esta publicación, que nosotros no podemos convertir a nuestros hermanos, es el Espíritu Santo que lo hace posible. Por eso, no queda otra opción que orar y pedir por la conversión de nuestro hermano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
Mt 18, 18 - 20
Creo que por eso el pasaje de la corrección fraterna termina con Jesús recordándonos que el Padre nos escucha. Sobre todo si lo pedimos en nombre de su Hijo, que donde nos reunimos, como comunidad, está presente.
Conclusión
La corrección fraterna representa el esfuerzo incesante por rescatar a un hermano. Muchas veces pensamos que por estar en un grupo parroquial nuestra vida cristiana está resuelta. Pero no es así; incluso dentro de nuestra comunidad hay tareas difíciles por hacer. Tan difíciles como corregir dolorosamente a alguien que tanto amamos. El proceso es difícil y ciertamente cansado. Con cada paso que avanzamos en el proceso, parece que nuestros esfuerzos son en vano porque quizá al final ni nos escucha. Pero si amamos en verdad a nuestro hermano, ¿a caso no merece que nosotros suframos con él durante todo el proceso? Sigamos el ejemplo y las instrucciones de Jesús y no nos cansemos de darlo todo por aquellos a quienes amamos.